lunes, 7 de septiembre de 2009

El carbón que ha sido brasa fácilmente vuelve a arder!

Aprovechando nuestra visita a la ciudad decidimos realizar algunas vueltas concernientes al trabajo; duramos toda una jornada en esa tarea, así que optamos por irnos temprano a descansar, padeciendo el cansancio que trajo consigo la noche anterior; además habíamos adquirido un nuevo compromiso con nuestros amigos para el siguiente día: visitaríamos los alrededores de la ciudad.
 
Difícilmente una persona puede contener sus ganas cuando tiene en frente a quien es objeto de sus más infinitos deseos, pero ese día me tocó hacerlo. Nos encontramos los cuatro y anduvimos juntos todo el tiempo rodeados de una cantidad de gente donde no faltaban niños, así que tuve que aguantarme lo que más pude; eso sí, cada vez que tuve la oportunidad propicié uno que otro encuentro de intensas miradas que por sí solas clamaban acción.
 
Al finalizar la tarde acordamos regresar a su apartamento; en el trayecto, más o menos de dos horas, ambas nos sentamos en la parte de atrás del carro. Los besos, las mordidas suaves y las caricias se convirtieron en un espectáculo para algunos de los que transitaban en otros autos por la vía. Recuerdo que una pareja iba en un carro observándonos y cuando lo noté le comenté a mi compañera lo que pasaba; ella, enormemente complacida, sin importar lo que pensaran y en cambio disfrutando del morbo de sus miradas, me besó con impresionante sensualidad y yo, incapaz de oponerme, sin tener nada que perder y disfrutando de igual forma de la intrigante ocurrencia, dejé fundir mis labios con los suyos en algo más que un simple beso.
 
El recorrido se hizo corto; llegamos a su apartamento únicamente con el ánimo de despedirnos; nuestros esposos se quedaron hablando en la sala mientras yo pretendía despedirme de ella en su habitación.  No entiendo en qué momento explotó lo que mantuve reprimido el día entero, el hecho es que la besé desesperadamente, le saqué la ropa con violencia como si el tiempo corriera a toda velocidad, me concentré en sus senos mordisqueando suavemente sus pezones bien erectos y luego bajé lentamente a su zona más íntima para embriagarla de placer con la humedad de mi boca. Por un momento me tocó con sus dedos y acarició rápidamente mi punto más débil, aquél en el que se concentran las sensaciones más enloquecedoras de mi cuerpo, rápidamente me hizo alcanzar al clímax y sin poder ocultarlo escapó de mí el más agudo gemido de placer.

No hay comentarios:

Seguidores