jueves, 17 de septiembre de 2009

!Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra!

Buscando darle continuidad a mi relato, retomo la visita de nuestros amigos a mi casa. Se quedaron varios días, ella y yo hicimos el amor en muchas ocasiones hasta el punto de quedar casi sin aliento, más la furia de mi cuerpo amanecía re-encendida cada mañana; pero finalmente llegó el momento de la despedida.


Mi novia y su esposo nos dijeron adiós, se acomodaron en su automóvil y seguidamente partieron alejándose lentamente de nuestros cuerpos presentes. Observándolos partir fue brotando de mí ese sentimiento de impotencia, aquél mismo y hasta más terrible que el de la primera vez que nos despedimos, por la sencilla razón de que empezaba nuevamente la tortura al no tener idea de cuándo volvería a verla. Dicen por ahí que soldado avisado no muere en guerra; yo desde el principio sabía que vería a mi noviecita por pocos días y que entre más intensos fuesen mis momentos con ella, más difícil sería desprenderme, e incluso podría llegar a sentirme tan conectada con ella que quizá no podría manejar adecuadamente mis sentimientos, así que estaba advertida de no pasar los límites con ella para no hacerme daño, sin embargo lo hice y no importó la pena que me quedaría.
 
Me pregunté durante mucho tiempo por qué me permitía llegar a esas alturas de las que después tendría que bajar por caída libre y obviamente recibiendo duros golpes; mi respuesta fue obvia pero no sencilla: es que en momentos en los que estoy íntimamente con ella para mí no existen razones sino que me dirigen unos arrebatos locos por descubrir nuevas facetas de esa sexualidad que mantengo oculta para los demás pero que vive bien arraigada en mi vida, internamente. Además lo que me produce estar con ella es  algo que va más allá de lo carnal, de manera que es muy difícil decirle que no a lo que siento cuando la tengo frente a mí.

 
Situaciones en que se sienten delectaciones de esa dimensión, acompañadas del querer saber de qué más se es capaz o de hasta dónde se puede llegar, hacen que nuestros límites mentales desaparezcan y permiten que se apodere de nosotros una conducta animal, salvaje, incapaz de razonar; es en ese punto donde muchos seres humanos pasamos una línea que para la gran mayoría de personas convierte en pecadores  a quienes la cruzan. 

 
Sé que es de humanos pecar y más cuando se tiene la oportunidad de disfrutar de algo que satisface nuestra existencia a magnánimos niveles, considero además que cuando se disfruta de la complicidad de otras personas (sin estar engañando a alguien) te conviertes en un pecador natural que actúa, podría decirse que hasta ingenuamente, sin los más minúsculos sentimientos de culpa, de manera que te dejas llevar y seducir por el placer. 

 
Puedo decir entonces con certeza que si de culpas o pecados se trata, soy culpable de sentir más de lo que debería por esa mujer que llegó a mi vida en un momento tan inesperado, soy culpable de sentir que quiero a dos personas al mismo tiempo, soy culpable de haber caído en la trampa que este juego conlleva y de la cual siempre fui consciente, soy culpable de no manejar mis sentimientos con cabeza fría, sin embargo soy un ser humano cuya carne es tan débil como la de cualquier otra persona y cuyos sentimientos, trastornados por la novedad, se han dejado arrastrar por la corriente repetidamente sin dejar huella de arrepentimientos.

 
Al principio me sentía muy mal por sentir lo que sentía y mucho más por permitirme traspasar esos límites que nos impone esta sociedad, pero ahora disfruto siempre de ese pecado extremadamente dulce que aún dejándome gran vacío y penuria al final, siento que vale la pena experimentar mil veces.

 
No sé ante los ojos de quién tenga que rendir cuentas por mis acciones, pero sé que no soy la única persona que posee debilidades en el mundo y mucho menos la única que peca, sólo sé que comprendo mis razones aunque no todos las compartan, pero como dice el título de este post, !Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Jamás hay que decir: de esta agua no beberé!

Empezaba a oscurecer y aún permanecía conectada al computador de mi oficina con el MSN online esperando que alguno de mis contactos se conectara, con el único fin de entretenerme un momentico. De pronto apareció conectada una pareja con la nunca había chateado, que según lo que aparentaban su perfil (en alguna página Swinger) y sus fotografías, parecían personas muy agradables y decentes, motivo este que me permitió sentir tranquilidad con respecto al contacto. Al otro lado del chat me saludaron muy formalmente, yo correspondí al saludo de la misma manera, dialogamos un rato y pronto descubrí que se trataba de una mujer casada de aproximadamente 33 años quien se encontraba sola en casa porque su marido estaba trabajando.
 
Hablamos durante muchas horas, como mi oficina es totalmente privada permanecí en ella como hasta las 10:00 p.m. sólo por platicar con mi nueva compañera de chat. Me llevé de ella la mejor impresión porque ambas compartíamos el mismo pensamiento acerca de tener contacto con otras mujeres: Jamás lo haríamos porque no nos gustaban las mujeres; de manera que nos acompañamos durante muchos días en el chat departiendo acerca de todo lo que se nos ocurría,  sintiéndonos cada vez más compenetradas.
 
Sólo habían transcurrido unas dos semanas de conversaciones sostenidas casi a diario en el MSN cuando ambas empezamos a sentirnos “extrañas”. Le comenté a mi esposo lo que sucedía y él me preguntó que si lo había hablado con ella, le contesté que no y me dijo que lo hiciera para ver qué decía.
 
Así fue, al día siguiente apenas nos encontramos en el MSN, sin anestesia y como siempre espontánea (es algo que me caracteriza), le dije: “¿sabes qué? estoy sintiendo algo extraño contigo, no sé, siento que contigo sí sería capaz de estar íntimamente, no sé qué opines tú”. Fue muy cómico porque ella resultó más interesada en mí de lo que yo pensaba y terminó diciéndome: “Ayyyy, ¿sabes qué? Yo también siento lo mismo, tú me has hecho sentir algo que jamás había sentido con ninguna mujer” y hasta me comparó con una modelo Colombiana, jajajajaja, eso me sonrojó y me causó mucha risa porque no me lo esperaba. 
 
Puedo decir que ella y yo no nos hemos conocido aún, vivimos en ciudades diferentes. Esa es la desventaja (o ventaja, quién sabe) de chatear, conoces personas de todos lados pero casi nunca las llegas a ver personalmente. A pesar de que nunca estuvimos frente a frente, sostuvimos  en aquel momento más de 200 conversaciones telefónicas, contándonos cada detalle y  hablando  de un modo hasta empalagoso.
 
Una noche en la que no esperaba llamada alguna de su parte, llamó a mi celular insistentemente con el único propósito de comunicarme que la noche anterior había salido con su esposo y una pareja que conocieron de su ciudad; finalmente había logrado hacer lo que inicialmente dijo que nunca haría, y para acabar de ajustar cuentas, lo hizo con alguien distinto a mí. Fue extraña la sensación que tuve al enterarme, mas no fue algo trágico. Tres semanas después, conocí a otra pareja con la que acordamos contacto sólo entre mujeres y fue cuando llegó esa ya anhelada “primera vez” con una mujer!
 
En cualquier caso fue aquella amiga de chat que nunca conocí personalmente la persona que me dio la certeza de querer estar con otras mujeres; lo más curioso es que aunque ambas estábamos de acuerdo en que el contacto entre mujeres no era para nosotras, hoy ambas podemos decir con gusto que no hay mayor deleite en la vida de una mujer que embriagarse en los brazos de otra mujer.


CIERRO PARÉNTESIS)

lunes, 14 de septiembre de 2009

Toda historia tiene un principio!

 ABRO PARÉNTESIS (
 

No sé qué idea tengan de mí quienes leen este blog, no obstante voy a empezar este post diciendo que mi esposo fue el primer hombre con el que tuve relaciones sexuales, aunque parezca increíble. El hecho es que antes tuve algunos “Noviecitos” con los cuales no hice el intento ni siquiera de bluyinear *, pero luego llegó un joven que me atrajo muchísimo y con el que sí intenté hacer el amor una vez, más las cosas se quedaron en “bluyineo” solamente porque esa vez, seguramente por la inexperiencia de ambos, las cosas no se dieron bien, él también era virgen. De todas maneras, mientras jugaba con él con la ropa puesta, sí alcanzaba a sentir que mi cuerpo me pedía y me pedía mucho más de lo que esos jueguitos podían ofrecerme, pero no hacía algo más allá de lo que mi inexperto novio  me ofrecía, por temor a que pensara mal de mí.

Tiempo después, cuando conocí a quien es hoy mi esposo, recuerdo que le comenté en una de esas conversaciones “inocentes” que sostenía con él a menudo, que aún era virgen y que me daba mucha vergüenza admitirlo por mi edad ya que todas mis amigas lo habían hecho, menos yo. Para él eso era más que un trofeo y cada vez que se lo repetía supongo que se sentiría más impulsado a querer ser él quien me quitara la virginidad.

La primera vez que estuve con él fue maravilloso, pero me sentí algo apenada porque descubrí  que era multi-orgásmica, sólo con acercar su boca a mi entrepierna tuve un fuerte orgasmo, luego estando él encima mío y sin existir penetración, tuve otro, y luego también con su boca, pero ya tocándome un poquito, volví a tener otro, sin embargo todos los orgasmos los disimulé hasta donde más pude para que él no lo notara (qué tontería). Supongo que el hecho de que nunca alguien hubiese acercado su boca a mi entrepierna y de que nadie me hubiese besado los senos antes, hicieron que esos  orgasmos llegaran demasiado intensos y demasiado acelerados también.

Con mi esposo aprendí a darle soltura a mi cuerpo, a sacar todo lo que tenía dentro de mí, con él aprendí a mover mis caderas, a conocer mi sexualidad, a mimarme, a educarme sexualmente hasta el punto de sorprenderlo en ocasiones; sin embargo no voy a negar que antes de casarme tenía en el fondo esa famosa “espinita” de que sólo estuve con un hombre durante todo lo que llevaba vivido y estaba destinada, a que si seguía con él (que era lo más seguro), así sería para el resto de mi vida. 


Siendo totalmente conciente de todo el fuego que habíe dentro de mí y después de ir madurando sexualmente durante dos años, un día, con mucha mesura, pero aprovechando que habíamos leído un artículo acerca de parejas Swinger en una revista muy conocida en Colombia, mi esposo me preguntó que si sería capaz de hacer un intercambio de parejas; yo, con toda la frescura y sinceridad que me caracterizan le contesté rápidamente que “Sí”, porque como ya expliqué antes, tenía aquella “cosquillita” adentro (desde aquí empiezo a responder a  una pregunta que me hizo QUIKE en el comentario de un post pasado).  Creo que ni siquiera pasó un día completo antes de que estuviésemos inscritos en casi todas las páginas Swingers en español que existen en la red y como era de esperarse, con mis espectaculares fotos (tengo una colección bastante amplia de fotos muy sexys), la bandeja de entrada de mi nuevo e-mail se fue llenando rápidamente de mensajes de parejas que esperaban tener un intercambio con nosotros. Chateando un incalculable número de veces sólo logramos coincidir en Messenger con parejas demasiado experimentadas que vivían en función de la vida Swinger y que además hacían todo tipo de propuestas, entre ellas y la más recurrente de todas: el contacto entre mujeres; pero ese era un tema vetado en mi vida aún, de modo que jamás les seguí el juego. 

Con toda claridad tomé la decisión de que no haría intercambio porque me dio temor de que surgieran descarríos en nuestra relación, pero mi esposo me incitó a que por lo menos buscáramos un hombre para que yo tuviese la oportunidad de estar con alguien distinto a él  y no me quedara con esa cosquillita. Nuestra confianza nos permitía hablar abiertamente de todo lo que pensábamos y teníamos muy claro que se trataba únicamente de sexo; para que eso se diera de esa manera, decidimos que la persona que encontráramos debía ser de una ciudad distinta para no tener que verla nunca más. Durante bastante tiempo nos dedicamos a buscar un hombre para cumplir esa “fantasía”, pero todo lo que conseguía eran hombres morbosos y vulgares a quienes ni por error entregaría mi cuerpo y que cada día me hacían desistir paulatinamente de esa loca idea; al final me percaté de que no necesitaba a nadie más en mi vida más que al hombre del que me enamoré años atrás.

Pero como la perseverancia vence lo que la dicha no alcanza, mi esposo empezó entonces a insinuarme lo del contacto entre mujeres y cada vez que podía me hablaba sutilmente del tema, pero yo no quería hacer eso, me parecía en cierto modo hasta “repulsivo” y le contestaba que no lo haría jamás porque para mí las mujeres sólo podrían ser amigas y nunca pensaría en ellas como algo diferente.

* Acción intermedia entre un rumbeo y un encuentro sexual; cuando las personas se desean pero la confianza (o las condiciones) no están dadas para una relación sexual. Más o menos, pero no exactamente, tener sexo con la ropa puesta. Implica que ambas personas tengan pantalón, aunque no necesariamente tiene que ser un bluejean. http://bogowiki.org/bogotanismos/bluyinear.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Hasta que llegue la hora de morir, todo es vivir!

Pasaron varios meses desde que conocí a quien me he referido hasta ahora con el apelativo de “Mi Noviecita”  y no había vuelto a verla. Las cosas estaban bastante frías entre nosotras, casi no hablábamos y en ocasiones nuestras conversaciones eran poco armoniosas porque las posibilidades de vernos otra vez eran casi nulas.

Me había hecho a la idea de no volver a verlos más, pero un día, sin tener motivos, sólo por impulso y con la excusa de saludar, la llamé y me llevé una grata sorpresa cuando me comentó que existía la posibilidad de venir porque tendrían vacaciones pronto. Pocos días después me llamó con la excelentísima noticia de que vendrían, y en menos de un mes a partir de esa fecha, nos visitaron.

Fue espectacular volver a verla; cuando llegamos a mi casa no hubo poder humano que nos sacara de la cama. Al día siguiente nos fuimos para una cabaña a las afueras de la ciudad y allá sí hubo todo un despliegue de magia y buen sexo. La primera vez que mi “noviecita” y yo tuvimos contacto sexual en la cabaña fue en la habitación donde se alojaron ellos. Nos pusimos a jugar algo que ni siquiera recuerdo y sin tantas vueltas terminamos besándonos y fundiendo nuestros cuerpos, delante de nuestros esposos. Ellos, a la expectativa de lo que sucedería, no nos quitaron los ojos de encima hasta que los hicimos partícipes de la diversión. Cuando se acercaron, ella tomó a su esposo y yo al mío, los besamos brusca y apasionadamente, cada una con el aroma impregnado de la otra, siendo ese el detonante de lujuria más impresionante, pues estos hombres enloquecieron; me excitó muchísimo hacer parte de aquella escena, de modo que sin la más mínima cordura solté los pantalones de cada uno y sujeté con cada mano sus miembros, masajeándolos firmemente, mientras mi novia los besaba a ambos, con sus piernas bien abiertas,para que yo, también al mismo tiempo, intentara hacer que ella explotara de placer en mi boca. Tener un miembro en cada una de mis manos y en mi boca la zona más ardiente del cuerpo de mi novia es la sensación más extraordinaria que viví hasta ese momento, saqué una parte muy salvaje de mí que me fascinó.

Después de haber jugado y llevado al límite nuestros cuerpos, esa noche terminamos haciendo el amor, cada una con su esposo, “juntos pero no revueltos”, acabando todos agotados por el cansancio; pero esa sólo fue la bienvenida a la cabaña, aún había mucho más que dar.

Al día siguiente estaba duchándome porque el clima no jugaba a nuestro favor e imprevistamente mi novia entró al baño donde me hallaba completamente desnuda, se me acercó sonriendo con picardía y empezó a besarme. Mientras el agua se deslizaba por nuestra piel, nos besamos y acariciamos cada área capaz de enardecer nuestros cuerpos: la espalda, el cuello, los senos, las piernas, el abdomen, la cola, todo. Mi novia se fue arrodillando en el piso y mientras bajaba no dejaba de acariciarme con esos jugosos labios; llegó a mi entrepierna, me acarició con sus dedos, acercó su boca y movió su lengua a una velocidad increíble sobre mi punto de placer, mi clítoris, haciéndome gemir durante suficiente tiempo hasta que logró que explotara en un evidente grito de éxtasis.

Inmediatamente tomé fuerzas agarré sus senos con mis manos, los besé, mordisqueé, succioné y lentamente fui bajando a su entrepierna. Cuando llegué me encontré con un clítoris excitado, estaba crecido y ansioso de sentir más, lo metí en mi boca y succioné suavemente mientras introducía uno de mis dedos en su cavidad vaginal, sintiendo la tibieza interna de su cuerpo; podría permanecer ahí fijada el tiempo que fuese y jamás me cansaría, sin embargo subí nuevamente besándola y dejándome mojar por el agua que se deslizaba por nuestros fervientes cuerpos. Sin darme la oportunidad de declinar, rápidamente mi novia dio un giro y me empujó contra la pared juntando su clítoris con el mío, consiguiendo que éstos se rozaran fuertemente, y haciéndome experimentar un placer fantástico, quizá el más grandioso de todos los que he sentido a su lado.

Al terminar nos miramos y sonreímos con malicia por todo lo que habíamos vivido y también por el hecho de que sólo a algunos metros de distancia se encontraban nuestros esposos conversando sin percatarse de lo que sucedía.

jueves, 10 de septiembre de 2009

A buen entendedor, pocas palabras!

Ya teniendo muy clara mi identidad sexual empiezo a conocer un mundo abierto en el que, a pesar de vivir en una sociedad donde el rechazo es total hacia personas como yo (bi u homosexuales), existe mucha gente de la que jamás pensaría algo “especial” que lleva una vida similar a la mía y hasta más descarada. 
 
Sin la intención de buscar algo nuevo, porque ya todos saben que tengo una “noviecita” (aunque de lejos), se fueron presentando en mi vida algunas oportunidades que en su momento me produjeron un poco de miedo y a las cuales no les saqué provecho. Digamos que sin querer descubrí una especie de flirteo disimulado que lograba atraer a ciertas personas y las motivaba a realizar conmigo un coqueteo hasta atrevido; supongo que estas situaciones debieron haberse presentado antes con la misma frecuencia que ahora, pero como yo no estaba enfocada en eso, y mucho menos entendía las señales, ni cuenta me daba.
 
Recuerdo que casi en la mayoría de las ocasiones que salía a bares o sólo a comer un helado con mi esposo o con alguna amiga, terminaba con una historia por contar acerca de alguna bonita niña. Por ejemplo, un día estaba sentada con una amiga en la heladería de un parque muy grande y de mucha afluencia de personas de mi ciudad, cuando de repente se me acercó una preciosa jovencita de unos 19 años de edad, de ojos grandes, verdes, piel canela, cabello castaño claro y de aproximadamente 1,68m de estatura, me tomó por detrás y me dijo que tenía una linda tanga, que el pantalón estaba un poco abajo y se veía. Yo, un poco avergonzada me levanté de inmediato, me acomodé el pantalón y volví a sentarme, no sin antes darle las gracias a la señorita por tener la gentileza de avisarme; acababa de sentarme cuando escuché muchas risas en una mesa ubicada frente a la mía, miré sin disimular y descubrí que allí se encontraba esa misma niña con dos amigas más y lo que es extraño es que no dejaban de mirarme. Cuando advertí la situación me quedé mirando sin reserva para intentar encontrar la causa de aquellas risas que atrajeron toda mi atención, y en una actitud provocadora, aquella preciosa mujer me miró e hizo un insinuante movimiento con sus ojos que me hicieron dar la vuelta de inmediato, muy apenada e intentando disimular frente a mi amiga todo lo que estaba sucediendo a sus espaldas. Un poco más tarde, habiendo terminado de comer el helado, miré disimuladamente hacia donde ella se encontraba y las miradas aún estaban puestas sobre mí, de modo que pagué la cuenta y me fui. No sé si fue más el susto o el hecho de que estuviese acompañada lo que me condujo a salir huyendo, pero sin más, fue lo que hice.
 
En otra ocasión mi esposo y yo estábamos con unos amigos en un bar disfrutando de la vida nocturna, bailando casi todas las canciones que sonaban, tomando vodka (el que me hace desinhibir por completo), y la estábamos pasando delicioso cuando en la escena apareció de la nada una nena como de 22 años de edad, cabello negro, liso, de cara muy bonita, de un cuerpo fascinante, con un vestido amarillo que resaltaba sus curvas y que era tan corto que a duras penas cubría su trasero. Noté que me miraba de forma muy coqueta así que inmediatamente le comenté a mi esposo para que evaluara la situación. Él se quedó observándola disimuladamente un tiempo breve y me dijo: “definitivamente te está coqueteando”.  
 
Repentinamente sonó un reggaetón (mi esposo no baila ese tipo de música) y empecé a bailar solita, cuando espontáneamente esta hermosa nena empezó a bailarme por detrás tocando mi trasero con su pelvis de la manera más sensual. Era una niña impresionantemente bella así que le seguí el juego por un instante, pero la inconveniente compañía de nuestros amigos y sus miradas acusadoras me hicieron apartar de ella para evitar “malos entendidos”. 
 
Fue un juego de unas 2 horas más o menos en el que no dejaron de suceder eventos extraordinarios. Como media hora después de lo sucedido me encontraba caminado rumbo hacia a la barra y ella estaba atravesada en el camino, suavemente la moví hacia adelante poniendo mis manos en su cintura, pero ella, en vez de apartarse, se tiró hacia atrás juntando ahora su cola con mi pelvis y moviéndose sensualmente en círculos. Fue una situación muy excitante para mí, sin embargo no fui capaz de hablarle o de ofrecerle algo más porque me pareció muy extraño el hecho de atraer, de una manera tan poco convencional, a una persona de ese estilo (me refiero a su belleza), que puede conseguir lo que desee sin tanto esfuerzo. No es que no me sienta capaz de atraer a mujeres hermosas, de hecho mi novia lo es y me siento totalmente calificada para conseguir lo que deseo, pero mi ego no me lleva al extremo de ser tan inocente y terminar por ello corriendo algún tipo de riesgo. Soy muy cuidadosa en ese sentido y espero que quienes lean este blog también lo sean.
 
Otra de las cosas que me sucedieron en este andar por un mundo sin inhibiciones fue encontrarme con una amiga de muchos años a la que no veía desde hacía un tiempo considerable. Una tarde le comenté a mi esposo que me había encontrado con ella y que siempre he pensado en sus inclinaciones hacia la otra orilla, pero él me dijo que no lo creía y que lo más seguro es que me lo estaba imaginando, entonces me hizo una apuesta en la cual yo tenía que comprobar o desmentir lo que pensaba de ella. Como es de esperarse, gané la apuesta, pero esta es una historia más larga e interesante que contaré en otro post.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Al toro hay que cogerlo por los cachos!

Toda nueva experiencia trae consigo cambios inevitables a nuestras vidas, sobre todo tratándose de acontecimientos tan poco comunes como estos en los que nuestras costumbres, educación o los valores inculcados por nuestros padres contradicen y rechazan este tipo de comportamientos.

Después de haber experimentadas tan monumentales emociones, se apoderó de mí  la inevitable confusión que suele resultar producto de una mente inexperta. Como era de esperarse empecé a preguntarme qué era lo que realmente deseaba; a uno le enseñan que las cosas son blancas o negras, no existe el gris, es decir, en este caso uno es hetero u homosexual, yo siempre me consideré extremadamente heterosexual a pesar de haber disfrutado encuentros sexuales con mujeres, pero ahora estaban de por medio sentimientos y muchas otras cosas que jamás había experimentado con otra mujer. Me sentí del otro lado por un momento pero recapacité rápidamente y analicé mi vida. Jamás he sentido tanto amor por una persona como el que he sentido por mi esposo desde antes de empezar nuestra relación y el hecho de que ahora estuviese sintiendo cosas por una mujer no tenía por qué opacar mi atracción hacia los hombres.

Ser bisexual no estaba dentro de mis opciones pero no había otra manera de definirme. Cuando empecé a sopesar las cosas y a descubrir que no podía seguir fijada en los extremos, que lo mío eran ambos polos, fui tranquilizándome, permitiéndole así disfrutar a mi cuerpo cada una de las relaciones sexuales que mantenía con mi esposo e inyectándoles además un toque de sensualidad a las mismas recordando a mi encantadora “noviecita”. Le doy gracias a la vida por tener una relación de pareja tan abierta donde no he estado sometida a opiniones moralizadoras sino que simplemente he hecho en pareja lo que he deseado.
 
Aclaro ante este punto que cuando una persona se define a sí misma como bisexual en ningún momento está adquiriendo una doble vida, ser bisexual no se trata de engañar o hacerle daño a los demás sino poder disfrutar de lo que una persona realmente desea, sea en compañía de su pareja como en mi caso, o individualmente, pero sin lastimar a nadie. Ser bisexual tampoco es sinónimo de ser infiel, si me enamoro de un hombre le entrego todo a mi relación con ese hombre, y si es de una mujer igualmente lo hago; ahora si lo que deseo es mantener relaciones sexuales con un hombre y una mujer al mismo tiempo, todo es solucionable mientras sea sincera(o), pero no a las espaldas de ninguno de los jugadores.
 
Ser bisexual no nos hace más débiles, contrario a ello es de personas fuertes. En una opinión muy personal creo que todos los seres humanos somos bisexuales por naturaleza, pero por alguna razón o circunstancia y en muchos casos por la presión de la sociedad, la mayoría decide encasillarse en alguno de los extremos, es decir, se hacen hétero u homosexuales. Mantenerse en el claro-oscuro, en la mitad, parece afectar demasiado la mente humana (lo digo por experiencia), por eso decidir quedarse ahí es de valientes; cuando aceptamos de lo que estamos hechos y nos ubicamos dentro del contexto que implica ser como somos, la felicidad se apodera de nuestras vidas y nos hace libres porque actuamos de acuerdo a lo que queremos. Asumimos nuestra vida con toda claridad y tranquilidad disfrutando por punta y punta. Aprender a aceptarse uno mismo es un proceso por el que todos debemos pasar, no importa cuál sea nuestra sexualidad.

martes, 8 de septiembre de 2009

El que con fuego juega, puede quemarse!

Mientras nos dejamos llevar por las irresistibles tentaciones que se presentan en nuestras vidas, nos mantenemos en un constante vaivén de emociones que impide mirar un poco más allá del contenido visible. Es absolutamente delicioso pecar, es apasionante mantener la furia encendida de nuestro cuerpo y dejarnos arrastrar por ella a lugares inimaginables; pero esa misma locura, esa que nos hace sentir en la cúspide de la vida, es capaz más tarde de inclusive generar un malestar de una magnitud tal que puede sumirnos en profundas tristezas. 
 
Muchos de los que ingresan a este mundo lo hacen por curiosidad, de igual manera me sucedió, pero las primeras veces que lo hice fue por explorar un camino nuevo que según como enfoqué las cosas sólo se quedaría en probar; no deseé ni pensé llegar a desear tanto volver a caer en la tentación, por eso continué, porque sólo quería llegar a sentir el inigualable placer del que me hablaba mucha gente, sin embargo no cuestioné lo que sucedería después. Pero como dice el sabio Salomón: “¿Puede alguien caminar sobre las brasas sin quemarse los pies?”; es ahí donde mi mente empieza a doblegarse.
 
Después de lo que ocurrió la última noche no volví a ver a mi amiga hasta varios días después porque ellos trabajaban hasta muy tarde; una que otra noche fui a saludarla sólo unos minutos, pero nada más. Los días empezaron a hacerse muy largos, deseaba poder verla cada vez que tuviese la oportunidad y aunque mi esposo me secundaba todo, mi propia conciencia no permitía mantenerme tan cerca, precisamente para evitar lacerarme. Algunas veces uno no es capaz de resistir las tentaciones de su naturaleza pecaminosa y yo estaba en un punto en el que posiblemente caería, de modo que intenté alejarme un poco. 
 
Sin embargo una de las noches en que fui a visitarla descubrí que estaba indispuesta, que no iría a trabajar al siguiente día y que se quedaría sola, así que yo, por supuesto sin la más mínima voluntad, me ofrecí a cuidarla. Ya se imaginarán a dos mujeres solas en un apartamento entregándose completamente, sin pronunciar palabra, sólo conducidas por sus cuerpos rebosantes de pasión. No es lo mismo ser protagonistas de una escena en la que los espectadores esperan ver mucha acción a ser simplemente dos almas que se entregan, besan y acarician espontáneamente y sin presión. Fue muy diferente sentirla bajo esas circunstancias y lógicamente fue maravilloso, pero nuestra despedida se hacía menos fácil cada vez.
 
Afortunadamente dos días después mi esposo y yo viajamos de vuelta a casa; me refiero a este hecho como afortunado, aunque en su momento parecía lo peor que hubiese podido suceder porque quedé con una gigantesca sensación de vacío, ya que gracias a vivir en ciudades diferentes  pude madurar y sacar incontables conclusiones que me han logrado mantener equilibrada y supongo que me han salvado de terminar abrasada por las llamas del fuego que desafiaba.
 
Cuando el ser humano disfruta de magnánimos placeres se impide razonar adecuadamente, no obstante todos tenemos derecho a jugar con ese fuego, porque es ese el medio a través del cual aprendemos a conducir nuestras vidas a horizontes cada vez mejores.

lunes, 7 de septiembre de 2009

El carbón que ha sido brasa fácilmente vuelve a arder!

Aprovechando nuestra visita a la ciudad decidimos realizar algunas vueltas concernientes al trabajo; duramos toda una jornada en esa tarea, así que optamos por irnos temprano a descansar, padeciendo el cansancio que trajo consigo la noche anterior; además habíamos adquirido un nuevo compromiso con nuestros amigos para el siguiente día: visitaríamos los alrededores de la ciudad.
 
Difícilmente una persona puede contener sus ganas cuando tiene en frente a quien es objeto de sus más infinitos deseos, pero ese día me tocó hacerlo. Nos encontramos los cuatro y anduvimos juntos todo el tiempo rodeados de una cantidad de gente donde no faltaban niños, así que tuve que aguantarme lo que más pude; eso sí, cada vez que tuve la oportunidad propicié uno que otro encuentro de intensas miradas que por sí solas clamaban acción.
 
Al finalizar la tarde acordamos regresar a su apartamento; en el trayecto, más o menos de dos horas, ambas nos sentamos en la parte de atrás del carro. Los besos, las mordidas suaves y las caricias se convirtieron en un espectáculo para algunos de los que transitaban en otros autos por la vía. Recuerdo que una pareja iba en un carro observándonos y cuando lo noté le comenté a mi compañera lo que pasaba; ella, enormemente complacida, sin importar lo que pensaran y en cambio disfrutando del morbo de sus miradas, me besó con impresionante sensualidad y yo, incapaz de oponerme, sin tener nada que perder y disfrutando de igual forma de la intrigante ocurrencia, dejé fundir mis labios con los suyos en algo más que un simple beso.
 
El recorrido se hizo corto; llegamos a su apartamento únicamente con el ánimo de despedirnos; nuestros esposos se quedaron hablando en la sala mientras yo pretendía despedirme de ella en su habitación.  No entiendo en qué momento explotó lo que mantuve reprimido el día entero, el hecho es que la besé desesperadamente, le saqué la ropa con violencia como si el tiempo corriera a toda velocidad, me concentré en sus senos mordisqueando suavemente sus pezones bien erectos y luego bajé lentamente a su zona más íntima para embriagarla de placer con la humedad de mi boca. Por un momento me tocó con sus dedos y acarició rápidamente mi punto más débil, aquél en el que se concentran las sensaciones más enloquecedoras de mi cuerpo, rápidamente me hizo alcanzar al clímax y sin poder ocultarlo escapó de mí el más agudo gemido de placer.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Amanecerá y veremos!

Aquella intensa noche de placer el sueño se apoderó de nosotros velozmente; no tuve tiempo de compartir con mi esposo los detalles de lo que ocurrió de manera que postergamos la conversación para el día siguiente cuando, organizados todos mis pensamientos, pudiese transmitirle con pormenores  las fuertes emociones que mi fantasía ahora cumplida me había proporcionado.

Por la mañana desperté con una sonrisa en los labios evocando cada segundo, movimiento, caricia y beso que había entregado, miré a mi esposo que permanecía durmiendo plácidamente a mi lado, lo besé y abracé dulcemente sin despertarlo esperando que por sí solo recibiera la mañana. Cuando sus ojos se abrieron me observó con deliciosa picardía, me susurró al oído: “Eres una mujer muy caliente y mala”  y obtuvo a cambio algunas risas poco inocentes de mi parte.

Hablamos detenidamente de cada situación, los hechos habían acontecido sin pausa y a toda marcha por lo que eran muchas las cosas por contar. Mi placer fue tal que al intentar rememorar las experiencias que había tenido anteriormente, con dos niñas distintas, noté que las sensaciones producidas en aquellas ocasiones fueron tan ínfimas que ni siquiera podía recordar bien cómo fue que se produjeron; sencilla y afortunadamente fueron momentos fugaces. Lo que acababa de suceder en cambio presagiaba extraordinarios encuentros y muchas nuevas aventuras.

Mi esposo escuchaba mis palabras con atención, le expliqué que las circunstancias lograron que todos mis sentidos se agudizaran y me proporcionaran maravilloso placer, que el perfume natural de esta mujer me hizo entregar de la manera más salvaje y que todo eso acompañado de su indiscutible belleza desencadenó en la más apasionante locura. Él interrumpió mis palabras preguntando los detalles de cada momento como aquél en el que permanecí buen tiempo sobre ella sin prenda alguna cubriendo nuestros cuerpos. Indiscutiblemente el encanto había sido total para mí a cada minuto, pero me preguntaba cómo había vivido él la situación, así que lo incité a que describiera su sentir. No tenía dudas de que lo había disfrutado, pero creí que mis sensaciones eran incomparables a las suyas porque fui yo quien se entregó, sin embargo fue sorprendente descubrir que no hubo minuto en el que no disfrutara y en el que no sintiera gran placer.

A pesar de todo, como ser humano no dejaban de preocuparme un poco tantas cosas buenas experimentadas porque la confusión podía apoderarse de mí (cuando todo es nuevo y especial existe un gran riesgo de caer en eso), pero también como ente pecador, me dediqué sencillamente a disfrutar del momento sin permitir que “tontos” pensamientos como ese destrozaran la magia que dulcemente habitaba en mí. 

viernes, 4 de septiembre de 2009

Disfruta, come y bebe: que la vida es breve!

Luego de tomar la ducha más larga de mi vida engalané mi cuerpo tanto como pude dadas las condiciones, pues me encontraba en un lugar ajeno, sin mis prendas y accesorios de vestir. Salí del baño ya vestida, con la mejor disposición y encontré a mis compañeros de fantasía en la sala charlando, no recuerdo acerca de qué tema en particular, pero era una conversación muy amena. Me senté al lado de mi esposo, escuché atentamente lo que comentaban y apenas tuve la oportunidad expuse mis pensamientos. Todo salía a pedir de boca, mis nervios habían sido amainados suficientemente y sólo faltaba que alguno de los allí presentes sutilmente propiciase un encuentro más íntimo para que la acción empezara. Efectivamente uno de ellos empezó a hablar de unos juegos eróticos que existen para romper el hielo en este tipo de encuentros, y de repente sin darme cuenta, el esposo de mi amiga sacó unos dados y un toma-todo (quita prendas) eróticos que aparecieron en la escena en el momento más indicado.

Nadie quería dar el primer paso, cuando se tiraba el toma todo sólo mi amiga y yo aceptamos despojarnos de algunas prendas, sin embargo yo tenía la sensación de que quedaríamos rápidamente desnudas y esta situación logró que mis nervios afloraran nuevamente así que pedí un poco de Vodka para que el incómodo sentimiento se fuera pronto. A mi amiga, con toda la seguridad que le proporcionaba estar en territorio propio, parecía no importarle mucho si estaba vestida o desnuda, pero para mí las cosas eran de otro color. No me tomé uno sino como 6 vasos de vodka con jugo de naranja para alcanzar mi objetivo, más una vez relajada dejé que el juego, ahora de dados, siguiera su curso naturalmente y fue entonces cuando la desnudez de dos bellas mujeres robó protagonismo en la habitación. 

Cuando la sentí desnuda, aún con una delicada tanga rosada, los nervios desaparecieron por completo y comencé a besarla desde sus pies con unas ganas locas de devorarla; le fui acariciando con mi lengua cada centímetro cuadrado hasta llegar a su entrepierna, la despojé de esa tanguita que ahora parecía incomodarme tanto y sin pensarlo dos veces di rienda suelta a mis manos, a mi lengua y a todo mi cuerpo también desnudo, que no encontraba la manera de saciar esa locura. Evidentemente esta sensación era absolutamente diferente a lo poco que había vivido antes, la fragancia que ella destilaba por cada poro de su piel me descontrolaba, me hacía sentir en el cielo, y besar sus  deliciosos labios y su cuerpo me hacía presa de una excitación cada vez mayor. Su piel suave, delicada y exquisita, su abdomen plano y esos senos perfectos que parecen una de las grandes maravillas creadas por Dios, no permitían la más mínima desconcentración. Los vasos de Vodka habían hecho lo suyo y yo no me  permitiría, por ningún motivo, perder semejante oportunidad.

Con dos espectadores en el juego las cosas se pusieron más interesantes, no solamente se trataba de sentir a la mujer que ha despertado en mí los sentimientos más descomunales, sino que  también  estaba cumpliendo otra gran fantasía que hacía parte primordial en mi lista, deseaba que otras personas, incluyendo a mi marido, me observaran desnuda y mostrando todo mi potencial sexual, así que procuré mover mis manos, mis dedos, mi trasero y mi boca con la sensualidad más desbordante.

Las sugerencias de posiciones por parte de nuestro público fueron pieza clave en la intensidad de las emociones, la famosa tijera que siempre me pareció algo extraña, me brindaba ahora el placer más celestial. Increíblemente todas las cosas que antes consideré inapropiadas se volvieron convenientes y hasta codiciadas, porque mi cuerpo estaba insaciable, sólo pedía y pedía más.

Las cámaras empezaron a rodar, el flash centelleaba una y otra vez, nuestros esposos vivían el momento desde otra perspectiva pero la excitación en ellos era extremadamente notable, sus rostros hablaban por sí solos y eso contribuía aún más con nuestro momento de gloria.

Ya de madrugada, habiendo dejado todas nuestras energías en aquella habitación, exhaustos de semejante faena, quedaron nuestros cuerpos vencidos esperando un nuevo día que auguraba ser fascinante y muy prometedor.

jueves, 3 de septiembre de 2009

A lo hecho, pecho!

Después de descansar por el largo viaje, nos disponemos a salir del apartamento en el que nos encontramos alojados, no sin antes dar un sinnúmero de explicaciones al familiar de mi esposo dueño del lugar. Suena mi teléfono celular a las 10:00 a.m. aproximadamente y al contestar escucho al otro lado de la línea una voz suave y nerviosa que dice “¿Aló?”, reconocí de inmediato esa vocecita y respondí “Hola, ¿cómo estás?” también muy nerviosa porque sabía muy bien lo que venía. Después de saludarnos y hacer todo el preámbulo necesario, pactamos como lugar de encuentro un Centro Comercial muy concurrido donde pasaríamos a recogerlos; luego ellos se irían de compras en nuestra compañía.

Salimos del Apartamento; sin dificultad alguna llegamos y parqueamos el carro fuera del Centro Comercial y allí, en medio de la multitud, como a unos 10 metros de distancia estaban nuestros amigos de pie, a la expectativa. Es increíble la impresión que me causó verla, en la cámara todo se ve muy distinto y nada es comparado a su verdadera belleza; ella no sólo me deslumbró sino que también hizo surgir en mí una timidez que no emergía desde que era niña. Soy una mujer extrovertida, pero ese día me sentí cobarde, sin embargo intenté a toda costa esconder ese pedazo de mí.

Cuando notaron nuestra presencia se acercaron lentamente hacia el carro y entraron a él ubicándose en la parte trasera. Con los nervios de punta giré mi cuerpo hacia atrás y saludé con un beso a cada uno mientras mi esposo extendía su mano para hacer lo propio. Hablamos durante todo el trayecto y  más tarde, mientras ellos hacían las compras pertinentes, nos dimos la oportunidad de mostrar, de la manera más casual, nuestros modos de ser y de actuar. Fue un momento muy agradable donde el humor y el coqueteo se hicieron notar descaradamente. Sólo un detalle no permitía que las cosas fuesen más fluidas, yo, pues no me atrevía a mirar a la cara a mi nueva “amiga” y siempre que hacía algún comentario miraba sólo a su esposo. Los nervios me delataban aunque hacía mi mayor esfuerzo; yo, de 26 años, estaba súper nerviosa, pero ella de 21 y que parecía tan frágil, estaba completamente tranquila. Así es la vida.

Después de terminar con todas las compras, mis amigos sugirieron que fuésemos a su apartamento ya que no había nada más que hacer; por supuesto con lo nerviosa que me hallaba y aprovechando que necesitaba un baño dije que mejor nos regresábamos al apartamento en el que estábamos alojados porque necesitaba ducharme. No sé cómo hicieron, pero entre mi esposo y ellos terminaron convenciéndome de que nos fuésemos directamente a su rincón de amor ya muy entrada la tarde, y así fue.

Llegamos a su morada y sin detenerme a observar los detalles más obvios, pedí una toalla y un baño prestados para ducharme. Abrí ambas llaves del grifo intentando ajustar la temperatura ideal para darme un baño plácido y relajante, me metí bajo el agua analizando la situación y le dediqué especial cuidado a cada parte de mi cuerpo, vaticinando un poco mi futuro cercano.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Pa' atrás ni pa' coger impulso!

Tras innumerables conversaciones sostenidas por chat y luego de incurrir en el defecto de todo cibernauta: hablar demás, me convierto en un manojo de nervios al acercarse el día de presentarnos. No es malo vender una buena imagen, pero sentir que quizá uno no sea capaz de hacer todo lo que dice ser capaz, eso sí es fatal.

Estoy preparando todo para viajar,  la tanga más linda, las prendas más sexys, el mejor perfume, la mejor depilada y cada mínimo detalle para estar a la altura de aquella linda niña que conocí en el chat algunos meses atrás. La mejor depilada conlleva dejar mis zonas íntimas completamente despejadas; esta es una práctica que realizo desde hace varios años cuando mi esposo sugirió que lo hiciese sólo por probar y un día, estando fuera de casa, le susurré al oído de la manera más sensual posible: “estoy depilada completita, sin nada de nada”; guardo en mi memoria como preciado recuerdo su mirada incesante y desesperada por llegar pronto a cualquier lugar  donde pudiera comerme a besos. Desde ese momento decidí permanecer así siempre y aunque al principio me sentía extraña, después me sentí fantástica.

Teniendo casi todo listo para mi próximo encuentro, el detalle más importante, mi seguridad, estaba por el suelo. Mi esposo intentó relajarme, me habló de todo lo mágico que estaba por venir, pero en esos instantes los nervios se acrecientan. Había tenido dos encuentros sexuales antes con dos mujeres distintas, pero en esas ocasiones casi no tuve tiempo de pensar, todo sucedió tan rápido que ni noté en qué punto aparecí en una cama. Lo que estaba por suceder con mi nueva “amiga” era completamente nuevo, había sido tan planeado que los nervios me consumían y no sentía el potencial para brindarle placer a nadie, más ya no había marcha atrás. Además, en mi última experiencia  las cosas no salieron bien y si no había química esta vez, muy seguramente no volvería a estar con alguna otra chica de nuevo, aunque mi cuerpo sintiese que aún había muchas cosas por descubrir.

Llegó el día de nuestro viaje acompañado de grandes emociones a causa de que visitábamos otra ciudad, pero para mí las sensaciones eran encontradas. Aún no sabía lo que haría, no sabía si a la hora de encontrarnos me iba a echar para atrás, no sabía si habría química o si, frente a frente, ella podría decir que no quería. Pasara lo que pasara, ya estaba viajando y sólo tocaba esperar.

Varias horas tomó ese viaje. En el camino mi esposo y yo hablamos y fantaseamos de todo lo que acaecería; poco a poco y cada vez más cerca de mi destino se va serenando mi mente dejando que las cosas fluyan naturalmente. Si bien no olvidaba mi última vivencia, todavía tenía la oportunidad de empezar a recorrer un nuevo camino.

Ya entrada la noche arribamos a nuestra ciudad destino y confundidos entre Avenidas y edificaciones completamente nuevas, fuimos emprendiendo la que sería una inolvidable experiencia de vida. 

Gracias a Dios me permití seguir recorriendo ese gran camino en el que aún hoy hay incontables aventuras por vivir.

Seguidores