jueves, 3 de septiembre de 2009

A lo hecho, pecho!

Después de descansar por el largo viaje, nos disponemos a salir del apartamento en el que nos encontramos alojados, no sin antes dar un sinnúmero de explicaciones al familiar de mi esposo dueño del lugar. Suena mi teléfono celular a las 10:00 a.m. aproximadamente y al contestar escucho al otro lado de la línea una voz suave y nerviosa que dice “¿Aló?”, reconocí de inmediato esa vocecita y respondí “Hola, ¿cómo estás?” también muy nerviosa porque sabía muy bien lo que venía. Después de saludarnos y hacer todo el preámbulo necesario, pactamos como lugar de encuentro un Centro Comercial muy concurrido donde pasaríamos a recogerlos; luego ellos se irían de compras en nuestra compañía.

Salimos del Apartamento; sin dificultad alguna llegamos y parqueamos el carro fuera del Centro Comercial y allí, en medio de la multitud, como a unos 10 metros de distancia estaban nuestros amigos de pie, a la expectativa. Es increíble la impresión que me causó verla, en la cámara todo se ve muy distinto y nada es comparado a su verdadera belleza; ella no sólo me deslumbró sino que también hizo surgir en mí una timidez que no emergía desde que era niña. Soy una mujer extrovertida, pero ese día me sentí cobarde, sin embargo intenté a toda costa esconder ese pedazo de mí.

Cuando notaron nuestra presencia se acercaron lentamente hacia el carro y entraron a él ubicándose en la parte trasera. Con los nervios de punta giré mi cuerpo hacia atrás y saludé con un beso a cada uno mientras mi esposo extendía su mano para hacer lo propio. Hablamos durante todo el trayecto y  más tarde, mientras ellos hacían las compras pertinentes, nos dimos la oportunidad de mostrar, de la manera más casual, nuestros modos de ser y de actuar. Fue un momento muy agradable donde el humor y el coqueteo se hicieron notar descaradamente. Sólo un detalle no permitía que las cosas fuesen más fluidas, yo, pues no me atrevía a mirar a la cara a mi nueva “amiga” y siempre que hacía algún comentario miraba sólo a su esposo. Los nervios me delataban aunque hacía mi mayor esfuerzo; yo, de 26 años, estaba súper nerviosa, pero ella de 21 y que parecía tan frágil, estaba completamente tranquila. Así es la vida.

Después de terminar con todas las compras, mis amigos sugirieron que fuésemos a su apartamento ya que no había nada más que hacer; por supuesto con lo nerviosa que me hallaba y aprovechando que necesitaba un baño dije que mejor nos regresábamos al apartamento en el que estábamos alojados porque necesitaba ducharme. No sé cómo hicieron, pero entre mi esposo y ellos terminaron convenciéndome de que nos fuésemos directamente a su rincón de amor ya muy entrada la tarde, y así fue.

Llegamos a su morada y sin detenerme a observar los detalles más obvios, pedí una toalla y un baño prestados para ducharme. Abrí ambas llaves del grifo intentando ajustar la temperatura ideal para darme un baño plácido y relajante, me metí bajo el agua analizando la situación y le dediqué especial cuidado a cada parte de mi cuerpo, vaticinando un poco mi futuro cercano.

No hay comentarios:

Seguidores