domingo, 12 de septiembre de 2010

¡El que menos corre, vuela!

Ahora sí, de regreso al blog como Dios manda, continúo narrando mi historia, llena de eventos interminables y anecdóticos.

En un post anterior, específicamente en el que se llama “A buen entendedor, pocas palabras”, hablaba de las oportunidades que se me fueron presentando después de haber empezado a cumplir mi cadena de fantasías. Retomando una de las tantas cosas que me sucedieron, recuerdo una apuesta que me hizo mi esposo: se trataba de demostrarle que una niña que conocía de mucho tiempo atrás y que acababa de reencontrarse conmigo, le jalaba al otro lado igual que yo. Él supuestamente no creía que esa niña fuera capaz de llegar hasta donde yo pensaba, pero me azuzaba a que la invitase a tomar algo para hablarle un poco y poder notar sus reacciones frente a lo que yo, disimuladamente, le fuese presentando.

Fue así como una tarde la llamé para invitarla a tomar o comer algo en un lugar bastante concurrido de la ciudad y de inmediato me dijo que sí (punto a mi favor, porque no opuso la más mínima resistencia) Esa noche nos fuimos de rumba y empezamos a hablar. Hablamos y hablamos de todo un poco: de mi esposo, de su novio, de sus anteriores experiencias románticas, de lo abiertas que deben ser las relaciones hoy en día para que funcionen, etc, cuando de repente me dijo: sí deben ser abiertas, pero de ahí a tríos y esas cosas, NOOO.

Cualquiera en mi lugar pensaría que ha perdido la apuesta, pues con esa contestación tan rotunda y fuerte pocos se atreverían a invadir más el terreno y seguir tocando el tema, pero como no tenía la más mínima intención de perder mi apuesta le dije sin titubear: ESO NO TIENE NADA DE MALO, ¿O SÍ? Mi amiga soltó una carcajada y se dio cuenta de que yo esperaba más de ella y que no me iría esa noche de allí sin su verdad, de modo que, confiando en mí (hasta ahora no entiendo por qué confió tan ciegamente después de tanto tiempo), contestó: Tienes toda la razón.

Así las cosas, mi amiga empezó a contarme a detalle todas las locuras que había hecho a las espaldas de su novio, quien ingenuamente creía tener a su lado a la mujer que más se escandalizaba sobre la tierra cuando se le tocaban estos temas. 

Me contó sus travesuras con una ex novia a quien todavía quería mucho y otros cuentos más de otras niñas con las que se había rumbeado en algunas fiestas; además tenía todo un grupo gay de rumba que su grupo de amigas “normales” desconocía. Mi amiga me salió GENERAL.

Luego de unos cuantos traguitos, me fui al baño, llamé a mi esposo y le conté todo lo que pude. Él, como era de esperarse, estaba satisfecho al haber perdido esa apuesta y dispuso todo a su alcance para que me llevara a mi amiga a casa (sin que él estuviese presente) y poder continuar la rumba sin moros en la costa. Fue así como, estando en mi casa, mi amiga continuó contándome todo lo que se le vino a la mente y yo le hablé también de mis maravillosos encuentros sexuales con aquella noviecita (que por esos días estaba muy distante y hasta enojada conmigo) y también le comenté el motivo por el cual hacía lo que hacía.

En medio de tanta parla, mi amiga me pidió prestado el baño. Al salir se notó que su entrada al baño tenía un objetivo menos inocente de lo que parecía, pues dejó entrever un poco sus senos y tenía muy arreglado su cabello, su cara… todo. Ella es una niña muy bonita, de manera que me fue imposible resistir su coqueteo y me le lancé encima dándole un beso, que no puedo negar, fue delicioso. Ella tenía una fragancia espectacular en su cuello y no pude resistirme.

Fue muy bueno besarla y acariciarla (en sus senos), pero hubo un pero, un pero muy pero: me empujó con una fuerza monumental, me tiró a una silla y me dijo “Sólo te permito que me beses si formalizamos nuestra relación” Ayyyyyyyy no, después de todo, nada es perfecto. De inmediato le dije que no, que sólo buscaba divertirme y que pensaba que ella también, así que se frenó enseguida.

Mantuvimos silencio durante algunos minutos, ella pensando en quién sabe qué cosas y yo pensando que no le prestaría atención a sus locuras, de modo que al cabo de un rato le dije: ven, vamos a divertirnos y la volví a besar, pero esta vez no me permitió acercarme mucho tiempo y me empujó de nuevo.

Fue un momento loco y atrevido de mi parte, pero no puedo negar que aquella amiguita hizo parte de uno de los momentos más inolvidables de mi caminar por este fantástico y delicioso mundo y aunque hoy no andamos juntas, es muy grato recordarla.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El ladrón juzga por su condición!

He decidido retomar este blog de una manera distinta, no significando ello que  cambiaré el concepto que traía. Se trata sencillamente de que voy, por respeto a mis lectores y a todas las personas que se sienten de una u otra forma identificadas con lo que escribo, a tocar un tema algo diferente aprovechando un comentario “Anónimo” que recibí hace algunos meses. El comentario, como escribí antes, fue hecho por una persona anónima y decía literalmente “Maldita lesbia de mierda”

Dado el comentario no vale la pena explicar si soy gay, lesbiana, bisexual, bicuriosa, transformista o cualquier etiqueta que a lo largo de la historia ha utilizado el hombre para referirse a las personas que tienen algún encuentro de tipo sexual o emocional con personas del mismo sexo, pues al fin y al cabo son etiquetas que generan discriminación y hasta violencia. Sin embargo, aprovecharé el comentario que, por cierto, borré hace pocos días, para hablar acerca de un tema muy controversial como es la HOMOFOBIA.

Según mi modo de ver las cosas todos somos seres humanos sin importar nuestra condición sexual, pero existen muchas personas que creen ser superiores al resto porque se suponen mejores. Qué error más grande comete aquél que se siente “normal” porque es capaz de reprimir sus sentimientos, pensamientos o acciones, pues hace más daño una persona reprimida que otra libre; este comentario lo hago específicamente porque es difícil pensar que una persona que haya visitado mi blog y lo haya leído, lo haya hecho sin una pizca de curiosidad; por lo tanto, quien quiera que haya hecho el comentario lo escribió después de tomarse su tiempo para leer el blog y obviamente esto implica cierto morbo por acercarse a lo prohibido. No juzgo a esta persona y respeto su manera de pensar, pero así mismo como respeto su creencia (si es que realmente tiene una creencia), le pido respeto y tolerancia no para conmigo sino para el resto de la humanidad, pues el hecho de que alguien sea distinto a uno no tiene porqué significar que se le deba subyugar o siquiera juzgar. 

A continuación voy a dejar unos apartes acerca de la homofobia que encontré navegando por ahí y que en algún grado corroboran el punto de vista que he expuesto anteriormente.

Según la página http://www.hartza.com/HOMOFOBI.html “La homofobia es una enfermedad psico-social que se define por tener odio a los homosexuales. La homofobia pertenece al mismo grupo que otras enfermedades parecidas, como el racismo, la xenofobia o el machismo. Este grupo de enfermedades se conoce con el nombre genérico de fascismo, y se fundamenta en el odio al otro, entendido éste como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenzadores para la sociedad, y -lo que es peor- contagiosos”. ¿No es esto una representación de la ignorancia humana?

“La homofobia, prepara las condiciones del exterminio. Pasiva o activamente crea y consolida un marco de referencias agresivo contra los gays, las lesbianas bisexuales o transexuales, identificándoles como personas peligrosas, viciosas, ridículas, anormales, y enfermas, marcándoles con un estigma específico que es el cimiento para las acciones de violencia política (desigualdad legal), social (exclusión y escarnio públicos) o física (ataques y asesinatos)” ¿Estamos acaso en la época de la inquisición?¿Es o no la inquisición motivo de vergüenza para la humanidad? ¿Por qué algunos pretenden vivir aún con esas convicciones? 

Según los apuntes de la página http://www.usergioarboleda.edu.co/altus/homofobia.htm, “la homofobia no es solamente una agresión contra los homosexuales, sino un prejuicio incoherente y una ignorancia que consiste en creer en la superioridad de la heterosexualidad. Una actitud completamente subjetiva y discriminatoria que vale la pena cuestionarse.


Así mismo se debería empezar por cambiar todas las estructuras sociales que sólo transmiten valores que refuerzan el rechazo, los prejuicios y la discriminación respecto a los gays, las lesbianas, bisexuales y transformistas. Para ello, se tiene que tomar como punto de partida la educación en la familia para que los padres comprendan que sólo por la inclinación sexual que tengan las personas, no se les debe rechazar y que eduquen con esta idea a sus hijos. Así mismo que la educación que se brinde desde los colegios también es importante, debido a que desde allí se debe inculcar a los niños y jóvenes que la igualdad y la tolerancia a los gays, las lesbianas, bisexuales y transformistas es también de todos. 

No obstante, lo anterior no garantizaría por completo que no existieran personas homofóbicas, pero por lo menos aminoraría esta discriminación. Simplemente toda la sociedad debe empezar poco a poco a cambiar ese pensamiento un tanto retrógrado que tiene respecto a la homosexualidad. Aprender que así como todos los individuos de una comunidad y las personas de otra raza, de otra religión, tienen unos derechos contemplados en una constitución, los homosexuales también pueden tenerlos, o mejor aún deben de tenerlos, para que por lo menos así se les empiece a tratar como personas: ¡con respeto!”

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