domingo, 6 de septiembre de 2009

Amanecerá y veremos!

Aquella intensa noche de placer el sueño se apoderó de nosotros velozmente; no tuve tiempo de compartir con mi esposo los detalles de lo que ocurrió de manera que postergamos la conversación para el día siguiente cuando, organizados todos mis pensamientos, pudiese transmitirle con pormenores  las fuertes emociones que mi fantasía ahora cumplida me había proporcionado.

Por la mañana desperté con una sonrisa en los labios evocando cada segundo, movimiento, caricia y beso que había entregado, miré a mi esposo que permanecía durmiendo plácidamente a mi lado, lo besé y abracé dulcemente sin despertarlo esperando que por sí solo recibiera la mañana. Cuando sus ojos se abrieron me observó con deliciosa picardía, me susurró al oído: “Eres una mujer muy caliente y mala”  y obtuvo a cambio algunas risas poco inocentes de mi parte.

Hablamos detenidamente de cada situación, los hechos habían acontecido sin pausa y a toda marcha por lo que eran muchas las cosas por contar. Mi placer fue tal que al intentar rememorar las experiencias que había tenido anteriormente, con dos niñas distintas, noté que las sensaciones producidas en aquellas ocasiones fueron tan ínfimas que ni siquiera podía recordar bien cómo fue que se produjeron; sencilla y afortunadamente fueron momentos fugaces. Lo que acababa de suceder en cambio presagiaba extraordinarios encuentros y muchas nuevas aventuras.

Mi esposo escuchaba mis palabras con atención, le expliqué que las circunstancias lograron que todos mis sentidos se agudizaran y me proporcionaran maravilloso placer, que el perfume natural de esta mujer me hizo entregar de la manera más salvaje y que todo eso acompañado de su indiscutible belleza desencadenó en la más apasionante locura. Él interrumpió mis palabras preguntando los detalles de cada momento como aquél en el que permanecí buen tiempo sobre ella sin prenda alguna cubriendo nuestros cuerpos. Indiscutiblemente el encanto había sido total para mí a cada minuto, pero me preguntaba cómo había vivido él la situación, así que lo incité a que describiera su sentir. No tenía dudas de que lo había disfrutado, pero creí que mis sensaciones eran incomparables a las suyas porque fui yo quien se entregó, sin embargo fue sorprendente descubrir que no hubo minuto en el que no disfrutara y en el que no sintiera gran placer.

A pesar de todo, como ser humano no dejaban de preocuparme un poco tantas cosas buenas experimentadas porque la confusión podía apoderarse de mí (cuando todo es nuevo y especial existe un gran riesgo de caer en eso), pero también como ente pecador, me dediqué sencillamente a disfrutar del momento sin permitir que “tontos” pensamientos como ese destrozaran la magia que dulcemente habitaba en mí. 

No hay comentarios:

Seguidores